EL ENIGMA RESUELTO DEL QUIJOTE

EL ENIGMA RESUELTO DEL QUIJOTE
Un debate sobre el lugar de la Mancha
Parra Luna, Francisco; Fernández Nieto, Manuel (Coord.)

Reseña:
Este libro responde a un deseo explícito de Cervantes: que contendamos por averiguar cual es el “lugar de la Mancha” de cuyo nombre no quiso acordarse. De ahí que, cuando un grupo multidisciplinar de la Universidad Complutense logró desentrañar el misterio, no fueron pocos los cervantistas que, por unas u otras causas, pusieron en duda la veracidad del descubrimiento en base sobre todo a la supuesta inconsistencia geográfica que mostraba el relato del Quijote. Conscientes de las reticencias surgidas, y a pesar de la metodología científica empleada, los autores de la investigación han querido zanjar la polémica invitando a los críticos a explicar y demostrar el fundamento de las mismas. El libro que el lector tiene en sus manos presenta, pues, la novedad de abrir sus páginas a los críticos para que expresen sus dudas sin ambages, así como para que acto seguido se manifiesten las contracríticas de los que sostienen que Cervantes señaló el lugar con precisión suficiente, pero todo ello para que al final sea el preparado lector quien decida sobre la validez de los argumentos a favor y en contra de ambas posiciones. Aparte de que la controversia puede concitar deseables nuevas lecturas de la gran novela, se trata así de un libro-debate pensado para que el público participe activamente en el mismo, que fue precisamente lo que nos pidió Cervantes. Y después de cuatro siglos debe sentirse satisfecho de que su frase: “Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la Mancha cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo,…”, haya sido finalmente cumplida. El lector tiene, pues, la palabra.

ISBN: 978-84-8138-816-9
Lengua publicación: Español
Edición: 2009
Publicación: Servicio de Publicaciones Universidad de Alcalá
Descripción: 370 p; 17x 24 cm
Encuadernación: Rústica
Precio: 22 €
Colección: Monografías Humanidades 28

Comentario sobre el Lugar de la Mancha, por Jean Canavaggio (1)
A continuacion presentamos un artículo de opinión publicado por el ilustre cervantista Jean Canavaggio en la revista rinconete el pasado día del libro, 23 de abril de 2009. Segun este autor, no existe ningún lugar de la Mancha, porque este lugar forma parte de la ficción literaria. Que se investigue cuál puede ser tiene mas fines turísticos y económicos para los pueblos en cuestión, que cientificos para Cervantes y el Quijote. A pesar de todo, Canavaggio no duda de la naturaleza campomontieleña de Don Quijote.
¿Cabe localizar el lugar de la Mancha de donde salió don Quijote en busca de aventuras?
El lugar de donde salió don Quijote en busca de aventuras es el mismo adonde regresa al final de cada una de sus tres salidas. Allí, finalmente, muere después de recobrar el juicio. Al mencionarlo en la primera frase de la novela, el narrador no nos dice cuál es: «un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme» (2). Tampoco nos da indicios al respecto en el curso del relato. Desde el siglo xviii, los cervantistas han intentado descubrir este nomb
re, sin llegar a conclusiones convincentes: Esquivias, Argamasilla de Alba, Alcázar de San Juan, Quintanar de la Orden son algunos de los pueblos propuestos, si bien ninguna hipótesis ha conseguido imponerse (3).
La conmemoración del cuarto centenario del Quijote de 1605 ha despertado un nuevo interés por este misterio. En 2005, un equipo multidisciplinar de la Universidad Complutense de Madrid concluyó que dicho lugar tiene que ser el pueblo de Villanueva de los Infantes, centro del Campo de Montiel, en la provincia de Ciudad Real, según se deduce del análisis científico realizado por dicho equipo (4). Desde aquella fecha, esta investigación ha sido replicada ya dos veces: la primera, por los profesores Girón y Rios (5), la segunda, por A. Caselles Moncho, F. Parra Luna y R. Pla-López (6).
El replanteamiento que nos ofrecen estos últimos autores se realiza a partir de un modelo matemático que implica varios parámetros: la topografía de la región (el Campo de Montiel, marco inicial de la primera salida del protagonista) (7), las etapas de su primer recorrido, los nombres de los lugares citados a continuación en el texto (Puerto Lápice y El Toboso, entre otros), las distancias que los separan y, finalmente, el tiempo que necesitan Rocinante y el rucio de Sancho para cubrir estas distancias por los caminos manchegos de comienzos del siglo xvii. A partir de los cálculos establecidos sobre estas bases, se proponen tres localidades de la provincia de Ciudad Real, en el siguiente orden de probabilidad: Villanueva de los Infantes, Alhambra y Carrizosa.
Cabe observar que ninguna de las tres localidades mencionadas se impone como la única posible. Esto puede interpretarse como una muestra de prudencia, pero limita el alcance de su aportación. Así y todo, no me propongo detenerme en esta demostración, aunque pueda dar pie a ciertas objeciones por parte de otros expertos, a cuyo gremio confieso humildemente no pertenecer (8). Considero, más bien, que las conclusiones que nos ofrece deben contemplarse desde otra perspectiva: la de la construcción del relato y de la configuración del protagonista.
La primera frase de la novela no tiene por finalidad inmediata la localización del pueblo donde nació don Quijote. En su misma imprecisión, no deja de emparentar este comienzo con el inicio de los cuentos tradicionales. Además, «en un lugar de la Mancha» resulta ser el primer verso de un romance anónimo, publicado en 1596 en las Flores del Parnaso, y quizás tengamos aquí una reminiscencia no deliberada de este verso (9). Finalmente, el segmento «no quiero acordarme» parece significar más bien «no voy a acordarme» (10).
De hecho, cualquiera que sea el pueblo elegido, Cervantes cuida de no revelar su nombre: tan sólo lo sitúa concretamente en el Campo de Montiel, a caballo de las actuales provincias de Ciudad Real y Albacete (11). Al final de la novela se nos dice que Cide Hamete Benengeli, el supuesto historiador de las hazañas de don Quijote, «no [lo] quiso poner puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero» (12). No se trata, pues, de un olvido, sino de un silencio voluntario.
A fin de cuentas, este silencio tiene una finalidad artística esencial, y no se la debe pasar por alto. Cervantes no nos da las señas de identidad de su protagonista, cuando aparece por primera vez, en vísperas de convertirse en caballero andante. Se llamaba, nos dice, Quijada, Quesada o Quijana, antes de pasar a ser Alonso Quijano (13). De la misma manera, el personaje, tal como se perfila en su prehistoria, es ubicado en un hic et nunc por su condición, su entorno y su estilo de vida; pero los elementos que permiten esta ubicación no llegan a particularizarlo como si fuera el mero trasunto de un modelo vivo, nacido en un determinado pueblo. Por consiguiente, ni Villanueva de los Infantes, ni tampoco Alhambra o Carrizosa pueden considerarse como referentes geográficos de aquel «lugar de la Mancha»; este lugar es una construcción verbal, una ficción elaborada a partir de los datos dispersos de múltiples experiencias.
Huelga decir, a modo de conclusión, que la propuesta que acabamos de examinar no dejará de provocar tensiones entre tres pueblos animados del mismo afán de ser reconocidos como la única patria de don Quijote y beneficiarse así de las ventajas turísticas y económicas de semejante reconocimiento. ¿Hasta qué punto lo habrán conseguido? Pregunta es ésta que no entra en el ámbito de este breve estudio.

Notas
(1)
Université Paris X-Nanterre.
(2)
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, I, 1, ed. dir. por Francisco Rico, Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores/Centro para la Edición de los Clásicos Españoles, 2005, t. I, pág. 37 (en adelante DQ).
(3)
DQ, t. II, pág. 263, n. 37.2.
(4)
F. Parra Luna, M. Fernández Nieto, S. Petschen-Verdaguer, J. A. Garmencía, J. P. Garrido, J. Montero de Juan, G. Bravo, M. J. Ríos-Insúa y J. Maestre Alfonso, El Quijote como un sistema de distancias/tiempos: hacia la localización del lugar de la Mancha, Madrid: Editorial Universidad Complutense de Madrid, 2005. Desde aquella fecha, los dos primeros autores han coordinado otro libro que acaban de publicar: El enigma resuelto del Quijote. Un debate sobre el lugar de la Mancha, Madrid: Librería Áurea, 2009. Según indican los coordinadores, «este libro abre sus páginas a los críticos para que expresen sus dudas, así como para que se manifiesten las contracríticas de los que sostienen que Cervantes señaló el lugar con precisión suficiente, pero todo ello para que al final sea el preparado lector quien decida sobre la validez de los argumentos a favor y en contra de ambas posiciones».
(5)
F. J. Girón y M. J. Ríos, «La determinación del lugar de la Mancha como problema estadístico», en Boletín de la Sociedad de Estadística e Investigación Operativa, vol. 22, núm. 1, enero 2006.
(6)
A. Caselles Moncho, F. Parra Luna y R. Pla-López, The Kinematics of Don Quixote and the Identity of the «Place in la Mancha»: A Systemic Approach. Este trabajo ha sido difundido en versión electrónica (http://www.uv.es/~pla/Quixote/Kinematics2.pdf). Se menciona a Antonio Caselles como «corresponding author».
(7)
DQ, I, 2, t. I, pág. 50 et I, 7, t. I, pág. 101.
(8)
El método elegido consiste en descubrir, primero, los lugares que corresponden a las diferencias posibles; en una segunda fase, deducir de ello la velocidad del caballo y del rucio y modelizarla en forma de una ley que afecta en realidad al tiempo del recorrido de un lugar a otro; finalmente, a partir de esta ley de velocidad, determinar los pueblos que resultan ser los tres mencionados. Ahora bien, entre los cuatro postulados que son la base del estudio, dos son muy restrictivos: en efecto el primero postula una velocidad constante de las caballerizas (en un trayecto de 20 horas), mientras que el segundo postula un recorrido sobre un terrreno uniforme. Además, no se da la diferencia tipo de la ley utilizada para la duración de los recorridos: se nos dice que esta duración ha sido estimada por unos expertos, pero los autores se abstienen de concretar su valor. De manera general, se toma la mitad del intervalo de confianza, o sea 4 horas, por ejemplo, para uno de los pueblos. La relación es de 3 entre la media y la distancia tipo, lo cual no basta para un estudio que quiere ser preciso. Finalmente, la única norma para el cálculo de la diferencia es la norma 2 (N[24,21]), y sólo se conserva el error máximo, y no la suma de los errores. Agradezco a Vincent Récamier sus observaciones en este particular.
(9)
DQ, «Notas complementarias», t. II, págs. 263-264, n. 37.2.
(10)
DQ, I, 1, t. I, pág. 37, n. 3.
(11)
DQ, I, 2, t. I, pág. 50 y I, 7, t. I, pág. 101.
(12)
DQ, II, 74, t. II, pág. 1335.
(13)
DQ, I, 1, t. I, pág. 39.


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